Reseña de:
Lorenzo Peña, Hallazgos filosóficos
por Marcelo Vásconez
Crítica Nº 73. México, abril 1993. Pp.117-120
Intención del autor
Luego de desbrozar los caminos de la lógica, la metafísica y la teoría del conocimiento en sus obras anteriores, Peña, en este su quinto libro, nos ofrece una serie de soluciones a una variada y abundante gama de problemas filosóficos en las disciplinas de la filosofía del lenguaje, ética, antropología filosófica, filosofía de la historia y teología filosófica, además de la ontología y la epistemología. En efecto, el autor nos brinda una exposición sucinta de su sistema, al que denomina «ontofántica», nombre con el cual quiere expresar que el ser se muestra en el lenguaje, diciéndose en él.
Con la presente obra, Lorenzo Peña da cumplimiento a una de sus viejas aspiraciones: la de continuar el gran ideal de la filosofía perenne --entendida en sentido amplio-- en su afán de aportar un sistema, lo más completo posible, de soluciones bien trabadas a los más cruciales problemas filosóficos.
Al igual que en sus publicaciones previas, cada uno de los temas es enfrentado de un modo claro, riguroso y crítico, siguiendo las pautas metodológicas de la filosofía analítica (en la vertiente inaugurada por Frege y continuada por el primer Russell y el primer Wittgenstein).
Mi propósito en esta reseña no es sino el de dar una visión panorámica de la intención y contenido del presente libro.
Contenido
Para que el lector se haga una idea de algunos de los temas tratados, baste mencionar los siguientes:
- En el primer capítulo se dilucida la noción del ser, y sus varios aspectos: modos de ser versus grados de ser, la posibilidad y la necesidad, razón suficiente y causalidad, el tiempo, la identidad, la realidad de los hechos, el no ser, los principios de tercio excluso, y de no contradicción, la reducción ontológica y la superveniencia, un esclarecimiento de las expresiones es y «hay», etc. En este capítulo el autor sienta las bases de su enfoque dialéctico, argumentando a favor de la existencia de grados de ser y de contradicciones verdaderas.
- En el segundo capítulo, partiendo de una definición razonada de qué es el conocimiento, se llega a defender una epistemología naturalizada. Y una vez que se ha analizado la noción de creencia, pasa a revisar los criterios de verdad doxástica. Asistimos al debate entre coherentismo y fundacionalismo, externalismo e internalismo, pasando por el realismo, escepticismo y el relativismo. Peña aboga por una posición holista (todo aval doxástico es inferencial), y da razones para su optimismo epistemológico.
- El tercer capítulo, sobre el lenguaje, se abre con un examen de la distinción entre lengua y habla, revisando las teorías de Saussure y Chomsky. Además, el autor crítica el modelo categorial, para aceptar uno funcional, según ciertos lineamientos de A. Martinet. A continuación, Peña se pregunta si el lenguaje ideal es la estructura profunda de las lenguas naturales, y, por otra parte, si es arbitrario el signo lingüístico. Finalmente, hay una precisión de las relaciones semánticas, como las de significar, denotar, nombrar, representar y de su conexión con la ontología, la pragmática y la sintaxis. Por supuesto que no se omite una polémica acerca de la tesis quineana de la indeterminación de la traducción; el lector encontrará una refutación de la misma.
- El capítulo cuarto aborda problemas éticos. Comienza con una dilucidación de qué es la bondad, estudiando la relación entre ser y bien. Ataca la concepción del mal como mera ausencia de bien. Entra en la interesante controversia sobre si la bondad de una acción está determinada por las consecuencias (consecuencialismo) o por los propósitos del agente (intrinsecismo), adoptando una modalidad no utilitarista de la primera posición. En el transfondo de una argumentación convincente a favor del conflicto entre normas y valores, el autor investiga la relatividad de ciertos deberes y el principio de universalizabilidad. En la apreciación del egoísmo y el altruismo, Peña señala por qué hacer el bien es bueno para uno mismo. Por otra parte, mantiene que la creencia en la bondad de algo es el motivo para hacerlo. Finalmente, y como uno de los temas más centrales del libro, está el de la justicia. Argumentativamente rechaza Peña la propiedad privada de cualquier bien. El capítulo se cierra con un ameno y grave diálogo entre Eleuterio (defensor de la libertad irrestricta) e Isónomo (adalid de la igualdad).
- El siguiente capítulo, sobre el hombre y su historia, se estructura alrededor de unos tres temas principales. En primer lugar aparece el inquietante problema de si el ser humano es simplemente un tipo especial de animal (somatismo), o si está compuesto de cuerpo más un alma inmaterial (dualismo). Se propugna el somatismo y se comenta la persistencia postmortuoria. Luego viene el problema de la libertad humana, en el cual el autor rebate el librearbitrismo, para volver por los fueros de un determinismo matizado. Se echa luz sobre las nociones de libre voluntariedad y responsabilidad. Y, finalmente, los últimos acápites se refieren a la cuestión del sentido de la historia. Peña apoya ardientemente la realidad del progreso y responde a objeciones a su planteamiento propuesto.
- Y, para terminar el libro, está el capítulo sobre lo divino. Se evalúan las pruebas de la existencia e inexistencia de Dios, reflexionando también sobre el politeísmo y el panteísmo. Noción clave para resolver, entre otras, la dificultad de la teodicea es la de la trascendencia lógica de los entes infinitos, o de lo superlativamente real. El autor vuelve sobre la noción anselmiana del id quo maius cogitare nequit, la creación, y la cuestión de si es Dios incorpóreo o no. También hay dos pequeños diálogos que versan sobre los interrogantes: ¿es Dios digno de adoración?, y ¿sirve Dios para algo?
Cada uno de los capítulos contiene una bibliografía comentada con una selección de la mejor producción de los últimos años, casi exclusivamente en lengua inglesa.
Características del sistema propuesto
Resumiendo alguna de las tendencias principales de la ontofántica, se puede decir que es un sistema racionalista, dialéctico (gradualista y contradictorialista), optimista, teísta, realista directo, reduccionista, antinominalista, extensionalista (mitigado), necesitarista y determinista, somatista, cognitivista (en teoría ética), igualitarista y colectivista. En él se nota la influencia de Platón y el neoplatonismo, Leibniz, la filosofía analítica, y el marxismo.
Conclusión
Lorenzo Peña es un escritor muy fecundo, que sabe aportar soluciones originales con las cuales hace avanzar la discusión contemporánea de muchos problemas filosóficos. No sería exagerado decir que su contribución merecerá, con absoluta justicia, un lugar en la Historia de la Filosofía, pues su sistema propuesto, la ontofántica, pretende tener menores dificultades que cualquier otro sistema hasta hoy puesto en pie. Es de esperar que los filósofos critiquen y juzguen por sí mismos la valía del trabajo aquí brevemente reseñado.